Con los Barberini y sus nepotes, estudiándolos a todos ellos, aprendiendo, y a veces... mi mano te recuerda.
Siento nostalgia de tu oscuridad. El cabrón de Eros, ese puto deseo insatisfecho, hiriente, candente; que me reclama y me esclaviza. Y tú siempre en el horizonte, como una presencia difusa, como una invitación irresistible.
Sé que solo son ilusiones mías. Dudo que aún te interese compartir algo mas allá de estas gilipolleces del facebook con sus fotos y emoticonos ridículos, que tus fantasías y tus deseos estarán colmados y se satisfacen adecuadamente... pero me gusta sentir el cosquilleo eléctrico de barajar la posibilidad de hacerte mía. Y me gusta, me gusta mucho recrearlo con mi miembro en la mano y el panorama oscuro de tu entrepierna.
Hay una niebla espesa y lechosa, como una mortaja húmeda y fría, y me gusta hundirme en ella. Porque esos somos en este infantil e idiotizado mundo cibernético, apenas unos contornos difusos y anónimos.
Mi polla me reclama, sigue en ti, aullando y vibrando entre tus nalgas morenas.
Me quedo un largo rato leyendo y releyendo su mensaje, siento ganas de contestarle que mi coño se humedece al imaginarlo excitado por y para mí, me siento viva después de muchos meses en los cuales creí que mi mar se había secado para siempre, pero mi orgullo me puede más y le contesto:
Con la mayor de los hijos de Taddeo sólo veo dos aspectos con los que me podría identificar: Su nombre y un solo hijo. Así que sigo prefiriendo a la familia Borgia. Eres como la serpiente que le metías por el coño a la clienta de tu cuento, ese me encantó, pero con tu maldita manía de eliminar tus blogs...
En fin, que ahora la única manera que tengo de comunicarme contigo es por aquí, y por una milésima de segundo estuve tentada a pedirte más, pero de momento mejor sigo recordándote, mi César.
Un beso muy rojo como la sangre, Ad secula
Lukrezia Barberini